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lunes, 30 de noviembre de 2015

CAPÍTULO XXI: baños de leche

Jueves, 26 de noviembre de 2015

Hoy madrugar no fue un problema, porque, sabiendo que es el único día que sales relativamente temprano y que no tienes clase de química todo se lleva mejor.
La clase de sueco fue muy llevadera. Nos lo pasamos muy bien intentando traducir un texto a español con la notable ayuda de la profesora una vez visto que los primeros intentos provenientes de nosotros fueron un fiasco. Una vez acabado de traducir el texto se acabó la clase. No tuvimos que volver a entrar a un aula hasta la hora de matemáticas (de 9:30 a 12:20). La clase de mates la pasamos entre los malditos números imaginarios que nos tienen locos a Saúl, a Antía y a mi.
Acabamos a la una y media y nos volvimos para casa inmediatamente.

Viernes, 27 de noviembre de 2015

Eso de no tener clase hasta las once menos diez alegra el día a cualquiera.
La clase de matemáticas ya fue desde el principio muy muy rara. Estuvimos esperando Saúl y yo a una Antía que nunca llegó, estaba enferma, desde ese momento supe que el día iba a cambiar rotundamente de la rutina. Esta clase la pasé entre, de nuevo, los números imaginarios e intensas miradas al reloj, que parecía que permanecía inmóvil durante toda la clase. 
Cuando por fin la profesora dijo: ladies and gentlemen, me llené por dentro de un gran alivió, la clase había acabado.
Fuimos inmediatamente al comedor que cerraba pasados diez minutos. El comedor esta casi vacío y estuvimos comiendo con los compañeros de clase. Las empleadas del comedor empezaron a recoger las mesas mientras comíamos, y, de repente, una de las empleadas tropezó muy cerca nuestra vertiendo todo el contenido que llevaba en los vasos sobre Saúl. Saúl quedo empapado por una mezcla de leche y agua. 
Bajo esta nueva circunstancia pensamos que Saúl no podía ir así a clase de gimnasia, pero como vive lejos, solo tenía dos opciones: o ir a cambiarse y perderse la clase de Educación física o estar toda la clase mojando apestando a leche.
Decidimos volver a casa, y yo lo acompañé. Se cambió y volvimos, pero en vez de volver al instituto, fuimos a Estocolmo, la clase ya había acabado y no teníamos nada más. En Estocolmo dimos un paseo con Antía e Irina y volvimos a casa. 
Como dije anteriormente, este día se iba a salir completamente de lo habitual. Fue un día muy raro, con muchos contratiempos y demasiadas emociones diferentes. Al llegar a casa me di cuenta de lo cansado que estaba. En la cama estuve un rato pensando que bien lo había pasado ese día.

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